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Por: Norma Dainet Aguilera Coello/ Radio 26

No entres al chat tan rápido porque eso es muestra de desesperación. Lee el mensaje en la barra de estado y planea lo que vas a responder para que no crea que te quedaste sin palabras. Mantén el chat un ratico en «entregado» y si después te deja en visto, no le digas más nada hasta que se digne a escribir de nuevo…

Ese es el «día a día» de muchos desde que el amor se mudó a las redes. Empezamos a cambiar palabras por «emojis» y se volvió común la frase: «Está en línea y no me escribe, debe andar en otra cosa».

Después de sacar esta conclusión, que puede ser cierta -o puede ser ETECSA haciendo de las suyas-, la víctima se desespera, archiva el chat, busca en Instagram una imagen con la indirecta perfecta para ver si responden al estado y pasados los dos minutos de penitencia obligatoria, contesta el mensaje, así como quien no quiere las cosas.

Por eso, según la sabiduría «ciberamorosa» hay que fluir, no ponerle etiquetas a las relaciones y subir una foto sexy con una frase de Paulo Coelho para que «el ganado salte» y «el objetivo se ponga celoso».

Existe también la opción de subir la captura de pantalla de una canción muy a tono con lo trágico del momento. Aquí resulta crucial el fragmento de la letra que ponemos en la descripción de la foto, pues de esto depende el éxito de la operación dramática.

Si el «objetivo» responde, antes de escribir cualquier palabra, debes enviar el «sticker» estrella y cruzar los dedos para que la conversación avance, si el chat continúa, ¡coronaste!

También existen las formas extremas de llamar la atención, como subir un reto, enviar una cadena, quitar la foto de perfil o poner un punto en el estado, para sembrar intriga en la fauna digital o que al menos sospechen de un robo de celular.

Tristemente, así se viven muchas relaciones en 2022.

Esta nueva forma de «amar» prefiere esconder los sentimientos, porque si los muestra, automáticamente aparece un cartel de «persona intensa» con todas las señales de alarma, este «amor moderno» no discute las cosas, ni se queja de lo que está mal, porque hacerlo te convierte en un ser tan tóxico como la planta de Chernóbil.

Después de tanto análisis, concluyo en que es muy agotador amar a través del WhatsApp y aunque yo también he puesto el estado-pullita y he sido mordida por algún tiburón, prefiero una tarde frente al mar y un café, pero que incluya un «me encanta» real y un hombro al que pueda recostarme. Ya después de eso, veremos si subimos o no la foto a los estados…

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